En Medina de Rioseco, al bajar por la calle Mediana, solía encontrarme con Mari Pando y Bernardino García en la puerta de su casa. Fuimos compañeros en la Coral Riosecana, donde nuestra amistad se hizo cada vez más intensa gracias a los ensayos y los viajes, a la alegría que se aprecia en las imágenes de aquellos años. Por si fuera poco, eran los padres de María José y de Isidoro.
Isidoro acaba de decirme que Mari ha fallecido esta noche y me llegan momentos, luces del pasado: la blancura de su cabello entre las voces del coro; una conversación con Bernardino junto a una mesa llena de dulces en el monasterio de Santa Clara; la silueta de Mari paseando por su jardín; las flores que dejaba en la tumba de mi abuela Amparo y de mi padre...
Mari y su familia se trasladaron a la calle del Pescado, la calle de mi infancia. Van apagándose las luces de ese lugar mágico. Hasta siempre, Mari.