El pasado 21 de marzo tuve el honor de contestar el discurso de ingreso de Ángeles Porres en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid.
sábado, 30 de marzo de 2013
domingo, 17 de marzo de 2013
Tres años sin Delibes
Miguel
Frechilla acostumbraba a colocar un adhesivo rojo a las publicaciones en las
que aparecía. Era común, por razones obvias, verlos brillar en libros o
revistas musicales, pero también los recuerdo en obras de Francisco Javier
Martín Abril o Antonio Corral Castanedo, a quienes leía –igual que a tantos
otros- por indicación de Miguel. Una tarde, al buscar nuevos textos para esa
semana encontré Un año de mi vida, de
Miguel Delibes, adornado por el inconfundible círculo. Frechilla me hablaba con
admiración y afecto de un hombre considerado ya como uno de los grandes escritores
contemporáneos, y me mostró el comentario en el que le citaba.
Años
atrás, había publicado la revista del colegio San Buenaventura de Medina de
Rioseco un comentario mío sobre Tres
pájaros de cuenta. Esas impresiones infantiles me producían el cariño
especial que se siente hacia lo nunca repetido. Por eso, cuando Frechilla me
presentó a Delibes y le mencionó esa anécdota, sentí un efecto simultáneo de
pudor y emoción. En aquel momento conocía un buen número de novelas suyas, pero
no me atreví a decírselo. No dije nada, creo. Delibes hablaba con una riqueza y
una precisión léxica deslumbrantes. Le escuchaba atónito y maravillado,
intentando que mi memoria retuviera la experiencia de escuchar una voz que
hasta entonces me había llegado sólo a través de la lectura.
En
otros encuentros posteriores, acompañado por Frechilla o por Félix Antonio
González, sí mencioné a los personajes de sus novelas que sentía más cerca de
mí, de ese mundo durísimo en ocasiones, donde los seres humanos y su paisaje se
esculpían mutuamente forjando una pasión rigurosa y profunda que muchos no
podemos separar de sus palabras.
(Artículo publicado el El Mundo, edición de Castilla y León, el 17 de marzo de 2013)
jueves, 14 de marzo de 2013
Valladolid
El pasado viernes toqué en la capilla del Museo Nacional de Escultura. Teresa Catalán presentó el concierto.
Con Teresa Catalán, Carme Fernández-Vidal y María Bolaños
viernes, 8 de marzo de 2013
Un espacio común
Conozco
a quienes se dedican a la política por una voluntad de participación activa
dentro del espacio común, arraigada en un ideario ético y en el deseo de
ponerlo en práctica con la mayor honradez, generosidad y eficacia. Conozco,
también, a quienes un partido les proporciona salidas profesionales que no
alcanzarían nunca por sí mismos, y, al igual que ha sucedido a lo largo de la
historia, no faltan aquellos que disfrutan del ejercicio del poder, entendido
como una pulsión analizada, en numerosas ocasiones, desde el punto de vista
psicológico. Hay otros modelos, entre ellos los que se derivan de la mezcla de
los mencionados y de sus matizaciones, pero estos ya abarcan un espectro lo
suficientemente amplio como para que no comparta -y me preocupen- las cada vez
más desmesuradas proclamas de la antipolítica,
una actitud basada, con frecuencia, en un populismo que bordea -cuando no
rebasa- valores democráticos fundamentales. Tampoco, claro está, para que
pierda el asombro ante muchas declaraciones y comportamientos de cargos
públicos que se sitúan de espaldas a los intereses urgentes de las personas, destinatarias
de su actividad y la razón misma que justifica su trabajo.
Buena
parte de la sociedad ve a sus representantes políticos ajenos a los problemas
reales, ensimismados en disputas irrelevantes y estériles, reaccionando con una
lógica incomprensible para quienes sufren las terribles consecuencias de una
crisis económica que está causando tanto dolor y resulta agravada por la falta de
confianza en las mujeres y los hombres que deberían hallar las soluciones y son
percibidos, por un número creciente de ciudadanos, como un factor añadido que
incrementa su angustia.
(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 3 de marzo de 2013)
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