domingo, 3 de febrero de 2013

Ensayo general


Creo que nunca he contado a Fernando Pizarro cómo llegué a su primer libro de poemas. Lo vi en un escaparate, rodeado de textos que nada tenían que ver con él ni en cuanto al contenido  -actualidad política, sobre todo, de muy escaso alcance- ni, mucho menos, por su importancia en mi vida. Leí el título, Ensayo general, y lo compré absolutamente convencido de que se trataba de una obra sobre música... Al entrar en una cafetería, en esos minutos insustituibles de leer algunas páginas de los libros recién nuestros, supe que se trataba de un poemario.
Muy al principio, tras unos versos de Alfonso Costafreda ("Por esta ciudad / he caminado tanto, / que todo dolor mío / encuentra aquí su nombre"), la geografía íntima de esa "Ciudad Diciembre", síntesis poética de Valladolid. Y antes de entrar en ella, anunciando el lugar desde donde va a ser mirada, con ese ritmo inconfundible, deja la voz a Jaime Gil de Biedma: "Más, cada vez más honda / conmigo vas, ciudad, / como un amor hundido, / irreparable".
Después de haber alcanzado el interior de esa “ciudad esmerilada por la niebla”, he querido encontrar la doble marca que el transeúnte y su entorno se dejan entre sí: una impresión que no se apoya siempre en un lugar visible, en calles y fachadas, sino en la intimidad de las personas, de los seres desnudos y frágiles que dibujan, día a día, una parte invisible de la historia.
Ahora, al ver Amor, de Michael Haneke, siento esa transformación de la ciudad gracias a una poesía que lentamente va posándose en las luces de los edificios, y en el escalofrío compartido por quienes, junto a mí, salen del cine con la certeza de que en una sola habitación, en una sola, el mundo entero cabe.
(Publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 3 de febrero de 2013)

2 comentarios:

HArendt dijo...

Preciosa e intimista entrada, querido Diego. Las ciudades antiguas es seguro que tienen "alma". En Las Palmas, que solo acaba de cumplir 535 años, su alma está en los barrios de Vegueta, y de Triana en menor medida. Pasear por Vegueta de noche es rememorar, sin remedio, esos 500 años de existencia. Un saludo muy afectuoso.

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Muchas gracias, querido amigo.
Un fuerte abrazo,

Diego