La directora del Conservatorio de Valladolid, Laura de la Hoz, nos recordaba al finalizar el claustro que una de nuestras compañeras, Carmen Morín, se jubila...
Carmen se emocionó mientras recibía un hermoso recuerdo y nuestro aplauso. Yo también me emocioné. Para los profesores de mi generación, Carmen Morín no es una compañera más: es un símbolo del conservatorio porque enlaza este momento con esos años en los que era una joven docente a la que veíamos sentada con Isabel Guerras, Miguel Frechilla o Pedro Zuloaga, mientras esperábamos el turno para examinarnos.
Por tanto, aunque Carmen se jubila, yo siempre esperaré encontrar esa sonrisa que le enciende los ojos, ese brillo en el que se reflejan, inseparables, la alegría y el dolor, el temperamento y la ternura.
Gracias por todo, Carmen.