Cada concierto es especial por muchas razones, pero el del domingo pasado lo fue de una manera muy intensa -aún más de lo que imaginaba- ya que en la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco encontré, de niño, las músicas de Cabezón, Correa y tantos otros; el espacio donde descubrí la belleza creada por arquitectos, escultores, pintores... y que hizo de la experiencia estética algo fundamental e inseparable de mi vida desde entonces.
Recuerdo a Gabriel Pellitero diciéndome que, cuando fuera mayor, tendría que hacer algo basado en el retablo. El domingo toqué bajo la luz de ese retablo. La misma luz con la que muchísimos riosecanos se han casado, y también, con la que a muchísimos se les ha dicho adiós.
Allí, por ejemplo, mis padres se casaron y, 35 años más tarde, estuvo el féretro de mi padre. En ese punto exacto, emocionante para todos nosotros, estuvo el piano.
Muchísimas gracias a todos los que llenaron la iglesia de Santa María. Jamás lo olvidaré.