domingo, 27 de enero de 2013

El estudio de Sert


Conocer el proceso creativo de un artista suscita una innegable curiosidad y resulta, por otra parte, esclarecedor de muchas de las incógnitas que nos plantea toda reflexión estética. Penetramos así en el pasado de la obra, un espacio que no estaba destinado a ser público; eso es, precisamente, lo que nos hace sentir su presencia con la emoción siempre nueva de quien contempla un secreto.
En Valladolid, el Museo Nacional de Escultura acoge una muestra titulada Josep M. Sert. El archivo fotográfico del modelo (1921-1945), que nos permite realizar ese viaje apasionante por el taller del creador, y ser testigos de un material muy valioso, que pertenecía a Lèonard Mancini, modelo y ayudante de Sert, colaborador indispensable.  María del Mar Arnús ha destacado que las fotografías “son de una extraña belleza y explican su método de creación basado en un continuo transformismo”.
Fue partícipe de una época irrepetible: París desarrollaba una fabulosa actividad cultural que Josep M. Sert compartió con una mujer absolutamente extraordinaria, Misia Godebska, a quien he recordado al repasar estas imágenes: ella estuvo junto a Franz Liszt cuando era niña, estudió piano con Gabriel Fauré, y manifestó una capacidad asombrosa para descubrir y potenciar el talento de sus contemporáneos. Pintada por Renoir, Toulouse-Lautrec, Vallotton, Bonnard…, apoyó a músicos como Erik Satie –entre sus partituras preferidas estaba Tres piezas en forma de pera-, Claude Debussy o Maurice Ravel, además de la práctica totalidad de los escritores y artistas que protagonizaron una manera de entender la relación del arte y la propia existencia. Algo que, en estos días sombríos, evocamos con cierta nostalgia.
(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 20 de enero de 2013)

jueves, 24 de enero de 2013

viernes, 18 de enero de 2013

Valladolid



El pasado viernes hice un programa para piano a cuatro manos con Eva Gigosos en la Capilla del Museo Nacional del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. El concierto clausuraba las actividades de la exposición Josep M. Sert. El archivo fotográfico del modelo (1912-1945).



domingo, 6 de enero de 2013

Cuento de Navidad


Antes de salir, volvió a leer unas palabras escritas para la presentación del libro de un amigo: cada día de nuestra vida tiene una luz que viene del pasado. Buscaba esa luz, no la sentida por Fray Luis de León al escuchar a Francisco de Salinas en su maravillosa oda, sino una luz madura y diferente: la luz usada que envuelve la memoria de los ojos y empuja hasta este mismo instante aquellas emociones que se daban por perdidas o, más aún, de las que no había el menor rastro consciente, y traen aromas y paisajes olvidados.
En los días de Navidad recorría las calles de Medina de Rioseco y notaba la ternura de esa luz interior posándose en las palabras y en la piedra, en los cercanos campos y en los cuerpos. Pensó que, por mucho que viviera, moriría muy ponto; que la ambición y el miedo son máscaras para ocultar la soledad y la intemperie de la muerte; que la ruindad y la injusticia no pueden convertir en llanto y miseria, en dolor y desprecio, la ayuda entre esas vidas que se encuentran y caminan hacia la penumbra de un final visible desde siempre.
Y por ello le asombraba que esa transformación sufrida por las personas durante la Navidad no fuera permanente; que el delirio fuera la expresión de un espíritu fraterno, cuando el delirio era, al menos para él, la certeza de un feroz egoísmo que se pretendía infinito e incuestionable. En Navidad podía manifestarlo sin parecer ingenuo, aunque con ese agotamiento que nombraba Pessoa: “cansa sentir cuando se piensa”. Cualquier rincón de Medina de Rioseco, por irrelevante que pareciese, despertaba un recuerdo en él: esa voz escondida que señala el espacio donde descansa todo lo que no ha muerto pero ya se ha perdido. 

(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 6 de enero de 2013)

sábado, 5 de enero de 2013

Madrid

Toqué el pasado día 27 de diciembre en Madrid. El concierto fue la clausura del COMA 2012 y estaba dedicado a Tomás Marco, como celebración de su setenta aniversario. 
Además de tres obras del homenajeado, estrené varias obras dedicadas a él, compuestas por Teresa Catalán, Carme Fernández-Vidal, Juan de Dios García Aguilera, Francisco García Álvarez, Claudio Prieto y Josep Soler.
Muchos amigos allí presentes (qué lástima no tener imágenes de todos) lo convirtieron en un día realmente entrañable. 

 Juan de Dios García Aguilera, Claudio Prieto, Teresa Catalán, 
Carme Fernández-Vidal, Tomás Marco y yo 

 Con Encarna López de Arenosa

 Con Tomás Marco y Flores Chaviano

Con Manuel Angulo y Cruz López de Rego

Con María Rosa Cepero

miércoles, 2 de enero de 2013

Etiopía, paso a paso


Cuando comencé a trabajar como profesor en el Conservatorio de Valladolid, la fortuna me regaló un maravilloso grupo de alumnos que, además del ya imaginable interés por la música, sentía una enriquecedora curiosidad por toda forma artística y otros muchos ámbitos del conocimiento. Esa actitud les acompaña hoy en sus diversas profesiones, y resulta indispensable para perseguir con rigor la medida de un saber artificialmente separado, que necesita de una constante interrelación para ser comprendido en profundidad. 
Uno de esos niños era Borja Santos Porras. Siempre tuvo una gran sensibilidad y preocupación hacia los problemas de sus compañeros, y no me ha extrañado que ese comportamiento generoso creciera hasta convertirse en el centro de su vida, dedicada a la ayuda y cooperación internacional en varios países. Ecuador y Etiopía han tenido una importancia especial, y de ambos va a quedar un testimonio significativo: la comprometida y lúcida mirada de Borja sobre aquellos lugares que conoce y ama.
Si en 2010 fue Ecuador, ahora es Etiopía la destinataria de una exposición fotográfica en el Espacio Joven de Valladolid, formada por una pequeña muestra de las más de cinco mil imágenes tomadas por él, que abarcan la diversidad etíope y el enorme cambio que se está produciendo, transformador de las personas y de los paisajes. Su cámara refleja esa evolución y, por supuesto, su propia subjetividad, situada en la fértil frontera de quien no es nativo pero tampoco extranjero. Desde allí, Borja Santos nos sitúa ante un espacio que de inmediato arroja esas preguntas primordiales, postergadas tantas veces: un encuentro donde África es algo más que un arañazo en nuestra conciencia.  

(Artículo publicado el El Mundo, edición de Castilla y León, el 23 de diciembre de 2012)