Conocer
el proceso creativo de un artista suscita una innegable curiosidad y resulta,
por otra parte, esclarecedor de muchas de las incógnitas que nos plantea toda
reflexión estética. Penetramos así en el pasado de la obra, un espacio que no
estaba destinado a ser público; eso es, precisamente, lo que nos hace sentir su
presencia con la emoción siempre nueva de quien contempla un secreto.
En
Valladolid, el Museo Nacional de Escultura acoge una muestra titulada Josep M. Sert. El archivo fotográfico del
modelo (1921-1945), que nos permite realizar ese viaje apasionante por el
taller del creador, y ser testigos de un material muy valioso, que pertenecía a
Lèonard Mancini, modelo y ayudante de Sert, colaborador indispensable. María del Mar Arnús ha destacado que las fotografías
“son de una extraña belleza y explican su método de creación basado en un
continuo transformismo”.
Fue
partícipe de una época irrepetible: París desarrollaba una fabulosa actividad
cultural que Josep M. Sert compartió con una mujer absolutamente
extraordinaria, Misia Godebska, a quien he recordado al repasar estas imágenes:
ella estuvo junto a Franz Liszt cuando era niña, estudió piano con Gabriel Fauré,
y manifestó una capacidad asombrosa para descubrir y potenciar el talento de
sus contemporáneos. Pintada por Renoir, Toulouse-Lautrec, Vallotton, Bonnard…, apoyó
a músicos como Erik Satie –entre sus partituras preferidas estaba Tres piezas en forma de pera-, Claude
Debussy o Maurice Ravel, además de la práctica totalidad de los escritores y
artistas que protagonizaron una manera de entender la relación del arte y la
propia existencia. Algo que, en estos días sombríos, evocamos con cierta
nostalgia.
(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 20 de enero de 2013)