Ayer, mi madre y yo nos bajamos de una acera porque, según dijo una chica, en ninguna parte está escrito que una persona tenga preferencia sobre un perro. Asisto a reuniones en las que se opina sin pensar, donde se fijan posiciones sin el menor argumento y se homologa la ocurrencia con el discurso riguroso. Veo a diario más de diez infracciones de tráfico mientras voy de mi casa a la cafetería. Enseño a mi hijo a ser amable y luego, al verle sujetar una puerta durante más de dos minutos sin que ni siquiera le miren quienes la cruzan, llego a la conclusión de que, quizá, me he equivocado...
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