Primero fue un rostro querido del Conservatorio de Valladolid, en el que trabajó durante cuarenta y tres años; después, una compañera y amiga entrañable; por si no bastara con eso, la madre de Cristina y Luis... Hace unos días estuve con María Luisa Vegas por última vez, en su casa, entre el recuerdo de Ángel Luis y un espíritu más fuerte que su cuerpo.
Querida Marisa: qué bonito es el espejo de la casa de Castro, el reflejo dentro de sus maderas de varias generaciones de rostros, de miradas que llegan al olvido con tu muerte.
Esta mañana hemos visto fotografías con tantas ausencias que sonreíamos para ocultar las lágrimas. Cada vez somos menos quienes conocemos los nombres que pronunciábamos junto a tu silencio: Frechilla, Aizpurua, Prego...
Hace poco más de un año nos despedíamos de Ángel Luis. Mañana volveremos y serás tú quien empiece a acompañarnos de otro modo en nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario