viernes, 24 de septiembre de 2010

Ramón


He escuchado la voz de Ramón Barce, grabada en uno de los congresos sobre música contemporánea que organicé en Valladolid hace varios años.
Qué sencillo era marcar su número de teléfono y tener a Ramón al otro lado, siempre ingenioso y brillante, con las palabras precisas y una bondad que ahora recuerdo, como cada día desde que murió. Qué maravilla tenerle cerca, sentir la amistad auténtica de un hombre irrepetible, generoso y sabio sin límites ni petulancia.
Cada vez que tocaba su música allí estaba Ramón, en las primeras filas; allí estaba Ramón, sin excusas jamás, en La Coruña, en Barcelona, en Córdoba, en Valladolid... allí estaba con su inseparable Elena, con su inolvidable sonrisa, con las frases exactas y esos silencios tan suyos, tan elocuentes. Porque Ramón, a diferencia de la mayoría, pensaba antes de hablar, se tomaba muy en serio las palabras y a sus interlocutores.
Recuerdo nuestras conversaciones mientras disfrutábamos de una comida que él tardaba tiempo y tiempo en elegir. Leía la carta y analizaba los nombres de los platos, riéndose ante las denominaciones más o menos extravagantes... y seguía indeciso, hasta que Elena -compañera y médico- lo resolvía.
Comentaba una idea de Schönberg y, acto seguido, contaba un chiste o hacía una broma. Cuánto nos reíamos juntos... Una vez, en la Rambla, me dijo entre carcajadas: "Oye, no bebas más que se te está poniendo la cara borrosa".
Qué pena su muerte, qué inagotable vacío desde ese día de 2008 que nos dejó sin él.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Recuerdo una de esas ocasiones, en el Salón de Fuente Dorada, y la magnífica impresión que me causó.

Anónimo dijo...

Qué bonito documento.
Y sí, es verdad que se te pone la cara borrosa cuando bebes un par de copas de Marqués del Duero.