sábado, 30 de octubre de 2010

Guadalajara


Fue muy emocionante encontrar a Santiago Mayor, a Carlos García Pajares -antiguo alumno del Conservatorio de Valladolid-, a Jesús Legido -en el programa estaba su obra Fúrfuras, siempre exitosa-, al actor Manuel Galiana y, por supuesto, a Rosa Iglesias -presidente de la Fundación Música Abierta, para la que Josep Soler compuso la Canción de cuna que estrené allí- y a mi hermano Álvaro.

La organización de todo lo que rodeaba al recital fue espléndida, gracias sobre todo a Luis García Vegas y a Juan Garrido.

Con Manuel Galiana tras el concierto

sábado, 16 de octubre de 2010

Valladolid

El miércoles hice en Valladolid una conferencia-concierto sobre el piano en la obra de Josep Soler.

Las partituras de Josep Soler ocupan uno de los espacios más intensos de mi experiencia como músico. Desde que conocí- y tuve el honor de estrenar- dos de sus Paisajes nocturnos, no ha habido un solo día sin la necesidad de introducirme en uno de los universos musicales más apasionantes que ofrece la creación actual. Soler explota todos los recursos del instrumento al servicio de una voz personalísima que se escucha ya en sus primeras obras y no cede ante nada, ya que no pretende asimilarse a corrientes coyunturales, ni tampoco a impulsos alejados de donde brota su propia pasión.
No dejo de admirar la solidez de su estructura, el denso tejido contrapuntístico y armónico que es, probablemente el responsable de su acusada personalidad creativa. Basta con la audición de unos cuantos compases para saber que han sido compuestos por Soler. Y no somos conscientes por cuestiones anecdóticas –lo que es muy fácil de conseguir- sino por algo que va más allá y resulta muy difícil de traducir con exactitud. Ahí comienza una misión imprescindible para el intérprete: la de transmitir esa bellísima tristeza que Josep Soler nos manifiesta en su obra pianística.

domingo, 10 de octubre de 2010

Esta mañana

Esta mañana de domingo en la que busco unas palabras que un día fueron necesarias y ahora se van alejando; esta mañana que se parece a tantas otras, a los días que se suceden sin levantar acta de nada reseñable, salvo esa música que ocupa el lugar de las palabras que nunca volverán a mí, como no volverán las voces de quienes las pronunciaron. La música de esas voces vibrando en la memoria es, al fin y al cabo, lo único que vale la pena de cuanto nos sucede, lo único esencial y digno que nos permite hacer soportable el tiempo y esa tristeza que lo desnuda y lo reduce a silencio ante nuestros ojos.