Nada salió ayer conforme a los planes previstos: pensábamos ir a la finca que Carlos Galán tiene en Salamanca y diversos inconvenientes lo impidieron. Pasé el día con Elena Martín, hablando, por supuesto, de Ramón Barce, junto al que pasó toda su vida. Una plenitud que ahora se ha convertido en inabarcable tristeza por su falta.
Escribiendo, ayer, en la casa de Luis García Vegas.
4 comentarios:
Seguro que Elena Martín estuvo encantada de hablar contigo toda una tarde, recordando a vuestro querido Ramón Barce. Esas visitas se agradecen muchísimo cuando una se ha quedado sola sin su compañero de toda la vida. Besotes, M.
A veces cuando nada sale como estaba previsto uno decide que el día tome el sentido de la vida. Y qué bien sienta.
La ausencia es tan difícil de olvidar... Y más cuando es la de alguien a quien amas mucho.
Besos grandes, querido Diego.
Me imagino la conversación. Larga, entrañable, próxima, repleta de sensaciones, recuerdos y añoranzas. No perdiste el tiempo, Diego. Seguro que, tras el encuentro, tuviste la sensación de que habías aprendido tanto, y tanto descubierto, que se impuso la necesidad de escribirlo en la penumbra de una habitación en una tarde de verano, mientras el café con leche se enfriaba y la soledad de la mesa se enriquecía con las ideas que afloraban sin cesar. Un fuerte abrazo.
Publicar un comentario