Le propongo a Matilde Salvador un repaso por su vida. Me habla de una hermana de su madre, Joaquina Segarra, a la que Enrique Granados escuchó mientras subía por una escalera y se esperó hasta la conclusión de la obra que estaba interpretando, para después invitarla a un recital colectivo, frecuentes en la época, y que iba a contar con la intervención del propio Granados. Matilde recuerda su trabajo con Josefina Segarra al mismo tiempo que incide en su prevención sobre lo que se entiende por enseñanza, que ella prefiere definir como “ayudar a aprender”, con los inevitables límites: “cada uno aprende lo que puede, no lo que quiere”.
El padre de Matilde -junto a Vicente Asencio y Abel Mus- fundó el Conservatorio de Castellón y ella fue la primera alumna del centro. Desde pequeña se inclinó por la composición. A su casa llegaba Asencio, amigo de su padre, y le escuchaba "verdaderamente embelesada". Sería su profesor y, finalmente, su marido. Matilde subraya las excepcionales dotes de Asencio para inducir un vívido interés por todo a cuantos se le acercaron. Ella lo resume: “Te despertaba”.
Sobre el piano de Matilde hoy dos fotografías: una de su marido y otra de Mompou, con una dedicatoria. Cuando la vio Carmen Bravo, se echó a llorar: Mompou había sufrido una parálisis que afectó a su mano derecha, y lo primero que hizo al mover la mano fue escribir esas palabras a Matilde.
La memoria está en auténtica ebullición, porque evocar es una especie de explosión dificultosa al inicio, pero que luego es imparable y desordenada al expandirse. Comienzan a surgir nombres: Joaquín Rodrigo, “un hombre de un talento muy especial, mordaz e ingenioso”. Cree que Rodrigo ha tenido cierta influencia sobre ella, pero menos que Mompou. También me describe la emoción que supuso el regreso de Rodolfo Halffter a Valencia, treinta y cinco años después de terminada la Guerra Civil, cuando fue para despedirse de los amigos de entonces. Y, naturalmente, habla con mucho cariño de Ernesto Halffter, que siempre le hizo observaciones muy interesantes y valoraba el singular acierto de Matilde para armonizar.
De Salvador Bacarisse alaba su bondad, su simpatía, aunque “no era tan músico como los Halffter”. Matilde se alojaba, en sus viajes a París, en la casa de Bacarisse, que le organizó un recital en Radio France, compuesto por canciones de Matilde que ella misma interpretó al piano, con Amparo Peris, la cantante que participó en el estreno del Retablo de Falla.
Joaquín Turina no le parece “de primerísima fila”, pero sí con una “personalidad y acento propio” que estima esenciales en el balance de un compositor.
Para terminar, me hace una de sus estupendas preguntas: “Oye, Diego, ¿por qué llaman música ligera a la que es tan pesada?”
El padre de Matilde -junto a Vicente Asencio y Abel Mus- fundó el Conservatorio de Castellón y ella fue la primera alumna del centro. Desde pequeña se inclinó por la composición. A su casa llegaba Asencio, amigo de su padre, y le escuchaba "verdaderamente embelesada". Sería su profesor y, finalmente, su marido. Matilde subraya las excepcionales dotes de Asencio para inducir un vívido interés por todo a cuantos se le acercaron. Ella lo resume: “Te despertaba”.
Sobre el piano de Matilde hoy dos fotografías: una de su marido y otra de Mompou, con una dedicatoria. Cuando la vio Carmen Bravo, se echó a llorar: Mompou había sufrido una parálisis que afectó a su mano derecha, y lo primero que hizo al mover la mano fue escribir esas palabras a Matilde.
La memoria está en auténtica ebullición, porque evocar es una especie de explosión dificultosa al inicio, pero que luego es imparable y desordenada al expandirse. Comienzan a surgir nombres: Joaquín Rodrigo, “un hombre de un talento muy especial, mordaz e ingenioso”. Cree que Rodrigo ha tenido cierta influencia sobre ella, pero menos que Mompou. También me describe la emoción que supuso el regreso de Rodolfo Halffter a Valencia, treinta y cinco años después de terminada la Guerra Civil, cuando fue para despedirse de los amigos de entonces. Y, naturalmente, habla con mucho cariño de Ernesto Halffter, que siempre le hizo observaciones muy interesantes y valoraba el singular acierto de Matilde para armonizar.
De Salvador Bacarisse alaba su bondad, su simpatía, aunque “no era tan músico como los Halffter”. Matilde se alojaba, en sus viajes a París, en la casa de Bacarisse, que le organizó un recital en Radio France, compuesto por canciones de Matilde que ella misma interpretó al piano, con Amparo Peris, la cantante que participó en el estreno del Retablo de Falla.
Joaquín Turina no le parece “de primerísima fila”, pero sí con una “personalidad y acento propio” que estima esenciales en el balance de un compositor.
Para terminar, me hace una de sus estupendas preguntas: “Oye, Diego, ¿por qué llaman música ligera a la que es tan pesada?”
3 comentarios:
Hola!
Me interesaría saber más de Matilde Salvador. Especialmente sus referencias (en partituras, letras...) al mundo clásico (griego y romano), a otros músicos importantes, a instrumentos musicales... Quisiera hacer un estudio sobre estos puntos y no tengo materiales (partituras, letras, más ideas, webs...)
Gracias por todo.
¿Tienes un correo en tu blog?
Saludos,
Diego
Salve, Diego!
Sí sabía de la noticia, pero te agradezco tu interés. Gracias. Es una gran pérdida.
Estoy trabajando la figura de Matilde en el blog: otra forma de ver... Espero que os guste a vosotros y en especial a ella.
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