miércoles, 7 de agosto de 2013

Paisaje con guitarra

La situación dramática que vive el Centro Superior de Investigaciones Científicas  pone de relieve, una vez más, las contradicciones entre el discurso oficial que elogia la ciencia como factor decisivo e insustituible para la sociedad y el traslado de esas convicciones a los presupuestos. Está claro que esa presumida convicción no existe. Parece que la realidad es la descrita por Jorge Wagensberg: “Los países ricos saben que si son ricos es porque hacen ciencia, mientras que los países pobres creen que si los países ricos hacen ciencia es porque son ricos”.
Esta situación paradójica no es exclusiva de la ciencia. También, de equivalentes formas, aparece en otros ámbitos culturales. La importancia de las artes se destaca constantemente, llevada incluso al centro de la identidad, al corazón mismo de aquello que define nuestra ciudadanía y la articulación de todo tipo de relaciones colectivas. Sin embargo, a pesar de este permanente elogio (que ha servido, también, para justificar lo que nunca debió de ser justificado) los primeros recortes se producen, por lo general, en esa cultura que se proclama indispensable de manera unánime.
Pienso en esto mientras veo el enorme esfuerzo desarrollado por el guitarrista Eduardo Pascual para llevar a cabo otra edición, y son dieciséis, de un festival dedicado a la guitarra en Aranda de Duero. Clases magistrales, conciertos, conferencias y un concurso internacional que ha tenido en el jurado a personalidades de todo el mundo y cuenta en su palmarés con jóvenes intérpretes de gran proyección: Marcin Dylla, Antoon Vandeborght, Omán Kaminsky…

Eduardo Pascual Díez nos aporta una dosis de ilusión y esperanza que todos necesitamos con urgencia. 

(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 4 de agosto de 2013)

1 comentario:

José Manuel Brea dijo...

Pues sí que necesitamos una buena dosis de ilusión y esperanza, amigo Diego, en un país en el que cada vez cuesta más sonreír.