lunes, 1 de abril de 2013

Música y educación


Estoy seguro de que Ángeles Porres Ortún ha vivido muchas emociones en las aulas. Su modo de entender la educación, con las implicaciones personales que conlleva, producen hermosos frutos, merecedores por sí mismos de cualquier esfuerzo. Uno muy especial, sin duda, se produjo cuando un alumno ciego, al término de una de las clases, le expresó este deseo: “¡cuánto daría yo por ver tu cara!”, que manifiesta la gran sensibilidad pedagógica de la persona que tenía frente a él.
Ángeles Porres ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid con un discurso dedicado, naturalmente, a la música en la educación, donde recorre la importancia otorgada a la música en el devenir de la historia, uniéndola y relacionándola con otras disciplinas en un arco que sufre tensiones abundantes y complejas como ocurre en ese constante diálogo entre un contenido concreto y su inserción en un época determinada. Junto a ello, esa voluntad irrenunciable de acercar el hecho musical a todos, no sólo a compositores, intérpretes o investigadores.
Ángeles Porres Ortún -mi querida Angelines-, ha estado esperándome en muchos lugares, extendiendo ante mí las generosas manos de la cordialidad y la delicadeza. Por eso, al darle la bienvenida en nombre de la Real Academia de Bellas Artes, sentí mezcladas la ilusión y la sorpresa, al ser yo quien la estaba esperando, por primera vez. Forma parte de nuestra institución académica una gran profesora, una mujer de cualidades extraordinarias que están sostenidas y alentadas por una bondad sincera, por un contagioso espíritu que favorece la cooperación y el entendimiento, en la certeza de que el saber y el amor tienen por delante un camino infinito. 

(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 31 de marzo de 2013)

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