El miércoles hice en Valladolid una conferencia-concierto sobre el piano en la obra de Josep Soler.
Las partituras de Josep Soler ocupan uno de los espacios más intensos de mi experiencia como músico. Desde que conocí- y tuve el honor de estrenar- dos de sus Paisajes nocturnos, no ha habido un solo día sin la necesidad de introducirme en uno de los universos musicales más apasionantes que ofrece la creación actual. Soler explota todos los recursos del instrumento al servicio de una voz personalísima que se escucha ya en sus primeras obras y no cede ante nada, ya que no pretende asimilarse a corrientes coyunturales, ni tampoco a impulsos alejados de donde brota su propia pasión.
No dejo de admirar la solidez de su estructura, el denso tejido contrapuntístico y armónico que es, probablemente el responsable de su acusada personalidad creativa. Basta con la audición de unos cuantos compases para saber que han sido compuestos por Soler. Y no somos conscientes por cuestiones anecdóticas –lo que es muy fácil de conseguir- sino por algo que va más allá y resulta muy difícil de traducir con exactitud. Ahí comienza una misión imprescindible para el intérprete: la de transmitir esa bellísima tristeza que Josep Soler nos manifiesta en su obra pianística.
2 comentarios:
Josep Soler, otro nombre a añadir a mi incultura musical... Gracias, Diego. Besotes, M.
Sentí mucho perdérmela, querido amigo, pero últimamente no estoy para nada. Un abrazo.
Publicar un comentario