sábado, 21 de abril de 2007

Mozart-Schubert

Se han destacado ciertos paralelismos entre Wolfgang Amadeus Mozart y Franz Schubert, más vitales que biográficos, en sentido estricto. La vida de ambos fue breve y milagrosamente fecunda, aunque los aspectos cotidianos y la proyección en su tiempo se llenan de diferencias. Lo que resulta indudable es que el recorrido entre la producción de Mozart y la de Schubert configura un arco definido: un modo de comprender la música, de una plenitud estética ligada a una forma que consigue desbordarse por un talento y una frescura excepcionales. Ese singular sentido de equilibrio trascendente característico de un clasicismo que se resiste a la mera circunscripción cronológica, fundamentado en un ámbito lejano al que, en sucesivos errores, se la ha querido limitar.
Josep Soler describe a Mozart, en su libro La Música, de manera sintética: “juventud consciente”, que comparte con Schubert. Dos palabras que mezclan ética y estética, sin contener la menor apariencia de trivialidad, puesto que asoma, con una frecuencia importante, un mundo sobrecogedor que se ensancha en cada elemento compositivo, tensándose hasta zonas que Ludwig van Beethoven exploró con una densidad cada vez más espesa, pero que no está ausente en las páginas de Mozart y Schubert. Un paraíso que va desmoronándose en paralelo al discurrir de la sociedad y el pensamiento de la época. Los dos autores se enlazan, con el nexo común de Beethoven, que inició su carrera cuando Mozart vivía, y falleció sólo un año antes que Schubert.
Las obras que hoy escuchamos pertenecen a dos ciclos esenciales de la música: los conciertos para piano y orquesta de Mozart y las sinfonías de Schubert. Tanto el Concierto KV 595 como la Sinfonía nº 9, conocida como “La Grande” (Robert Schumann decía “divina longitud”) están entre las piezas más características de estas series. No pueden resumir las asombrosas trayectorias de Mozart y Schubert, pero sí darnos la medida de una genialidad auténtica e irrepetible. Las valoramos como obras de madurez, ya que fueron compuestas al final de la vida de sus respectivos autores. No obstante, debemos recordar que actualmente se denomina “jóvenes compositores” a los que tienen esa edad. Pese a que no lleguen a su prodigiosa juventud consciente, optimista y profunda, espontánea y perfecta, dolorosa y ágil.

(Notas al programa para un concierto de Christian Zacharias y la Orquesta Sinfónica de Göteborg)

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