He escuchado la voz de Ramón Barce, grabada en uno de los congresos sobre música contemporánea que organicé en Valladolid hace varios años.
Qué sencillo era marcar su número de teléfono y tener a Ramón al otro lado, siempre ingenioso y brillante, con las palabras precisas y una bondad que ahora recuerdo, como cada día desde que murió. Qué maravilla tenerle cerca, sentir la amistad auténtica de un hombre irrepetible, generoso y sabio sin límites ni petulancia.
Cada vez que tocaba su música allí estaba Ramón, en las primeras filas; allí estaba Ramón, sin excusas jamás, en La Coruña, en Barcelona, en Córdoba, en Valladolid... allí estaba con su inseparable Elena, con su inolvidable sonrisa, con las frases exactas y esos silencios tan suyos, tan elocuentes. Porque Ramón, a diferencia de la mayoría, pensaba antes de hablar, se tomaba muy en serio las palabras y a sus interlocutores.
Recuerdo nuestras conversaciones mientras disfrutábamos de una comida que él tardaba tiempo y tiempo en elegir. Leía la carta y analizaba los nombres de los platos, riéndose ante las denominaciones más o menos extravagantes... y seguía indeciso, hasta que Elena -compañera y médico- lo resolvía.
Comentaba una idea de Schönberg y, acto seguido, contaba un chiste o hacía una broma. Cuánto nos reíamos juntos... Una vez, en la Rambla, me dijo entre carcajadas: "Oye, no bebas más que se te está poniendo la cara borrosa".
Recuerdo una de esas ocasiones, en el Salón de Fuente Dorada, y la magnífica impresión que me causó.
ResponderEliminarQué bonito documento.
ResponderEliminarY sí, es verdad que se te pone la cara borrosa cuando bebes un par de copas de Marqués del Duero.