Cuando visitamos con frecuencia
cualquier lugar, descubrimos siempre algo que nació en las ocasiones anteriores
y ha ido creciendo, silenciosamente, en nuestra memoria. Dice el neurólogo
Antonio Damasio que en la base de cada pensamiento racional hay una emoción. Lo
recuerdo ahora, tras un largo paseo por Burgos, como si fuera descifrando la
ciudad con otros ojos: guiado por un libro de Óscar Esquivias, La ciudad de plata, que cumple una
función de intérprete para quien la recorre: un filtro situado entre un
edificio, una calle o un jardín, que mezcla la experiencia del autor, sus
emociones, y las nuestras.
Hay, sin duda, una ciudad
invisible que sólo se aparece a quienes la habitan y es producto de la intimidad
del tiempo y el espacio. Descubrimos paisajes que tienen una vida, la de
Esquivias en este caso, que para mí es conmovedoramente familiar: ambos
pertenecemos a la misma generación y compartimos referencias sociales,
políticas, artísticas, e incluso los héroes infantiles, las series de
televisión y una forma irrepetible de acercarse al cine y evolucionar desde los
títulos, autores y directores que poblaban las carteleras de nuestra
adolescencia hasta el ámbito estético que hoy a los dos nos interesa.
Son constantes la delicadeza y el
cariño con los que Óscar Esquivias describe a Burgos en estas páginas
-minuciosas al detallar el aroma de flores y plantas, o el vuelo de mirlos y
verderones- que guardan el itinerario de su vocación literaria a través de una ciudad
iluminada por poetas escondidos en los más diversos oficios.
Y he podido imaginar el invierno
sobre una arquitectura y un entorno que permiten "sentir el susurro del
río como si fuera un remordimiento".
(Artículo publicado el El Mundo, edición de Castilla y León, el 14 de octubre de 2012)
(Artículo publicado el El Mundo, edición de Castilla y León, el 14 de octubre de 2012)
He dado a "publicar" en los comentarios de Merche Pallarés y Pedro Ojeda y no han salido. Ignoro la razón.
ResponderEliminarLo siento.
Bellísimo artículo. Ese susurro del río como un remordimiento me parece una idea conmovedora. Saludos cordiales.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isabel.
ResponderEliminarUn beso,
Diego