domingo, 11 de febrero de 2018

En recuerdo de Isolina Sánchez Merino

Era un adolescente cuando caminaba desde Medina de Rioseco hasta Palazuelo de Vedija. A veces me recogía algún coche, pero en más de una ocasión recorrí cada kilómetro a través de la geométrica belleza de los campos. Al llegar encontraba a Isolina. La sonrisa de Isolina. Allí, entre el bullicio de la partida y el inconfundible aroma que resulta del café y el humo del tabaco.
No olvidaré los ojos de Isolina, la bondad que aparecía en cada gesto suyo. Y estará, desde hoy, formando parte del viento que mueve los campos y refleja el color de las estaciones.

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