domingo, 21 de julio de 2013

Acequias y Esguevas

Se publican multitud de artículos y libros sobre la arrolladora presencia de los blogs y las redes sociales: el análisis de sus innumerables recursos desde las más diversas disciplinas –ingeniería, educación, seguridad, ética…- forma parte de un debate intenso y ya cotidiano,  mantenido a la extrema velocidad con la que el propio medio lo suscita. Internet, para Pedro Ojeda Escudero, profesor de la Universidad de Burgos, “es una nueva revolución tecnológica y cultural y ha producido una aceleración del tiempo histórico de la Humanidad cuyas consecuencias aún estamos por ver”.
El fomento de la lectura es, junto a la crítica cultural y política, una de las claves que Ojeda ha marcado en La Acequia, cuya primera entrada es de 2006, y demuestra que la vocación docente y el amor por la literatura no pueden restringirse a ningún ámbito prefijado, porque los desborda todos. Cervantes, Baroja, Delibes y Esquivias son algunos de los autores que han motivado esa mirada colectiva de quienes participan en un trabajo minucioso, digno del mayor reconocimiento por el compromiso, la generosidad e inteligencia que tanto le valoramos y agradecemos.
El día 1 de enero de 2011, Pedro Ojeda dio inicio al Proyecto agua, definido por él mismo como “una investigación artística sobre las relaciones entre el agua y los espacios autobiográficos”. De ahí surge Esguevas, un libro con textos de Pedro y fotos de Javier García Riobó, donde la poesía despierta la memoria al recorrerla detenidamente, envuelta en la humedad del tiempo y el aroma de una vegetación que es causa y consecuencia, origen y destino simultáneos.
“Si nos muriéramos, el agua, mansa, seguiría cayendo sobre las ramas de los árboles”.

(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 21 de julio de 2013) 

lunes, 8 de julio de 2013

Aria y ausencia

En el catálogo del compositor vallisoletano Jesús Legido hay una presencia muy grande de las obras para voz, basadas en textos de escritores que él admira y con los que se siente identificado de un modo especial. Los poetas Antonio Machado, César Vallejo o Miguel Torga forman parte de su mundo más íntimo, ese mundo que está medido por la humildad y la duda, por la búsqueda de la belleza y alguna seguridad ante la incertidumbre. Un viaje dirigido hacia lo profundo, sin fáciles concesiones, siempre con un extraordinario rigor, en la certeza de que, como señala Jorge Wagensberg, “una innovación superflua es una solución sin problema”.
Después de la muerte de su madre, Jesús comenzó un breve diario que acaba de publicarse. Un monólogo que lucha por ser diálogo: se dirige a su madre, habla con ella, y eso es posible, con toda su fuerza, cuando se escribe. Lo natural es escribir a quien no está junto a nosotros: así la escritura se constituye en un vehículo que no solamente nos permite dirigirnos hacia el otro, sino sentir que el otro está vivo en nuestra escritura.
Hace poco le planteé el cuestionario Proust y tras decirme que su ocupación favorita es leer y viajar, que su color favorito es el azul y lo que más detesta es la intolerancia, me respondió que su heroína en la vida real era su madre, y nos demuestra esa fortísima unión y el poder del recuerdo para atrapar aquello que incluso podría haber pasado desapercibido mientras era puro presente.
Jesús Legido escribe a su madre y, al hacerlo, nos habla de sí mismo, de esa necesidad de tenerla al lado, porque en la emoción de la memoria late la vida y, según Carlos Castilla del Pino repetía, la verdadera muerte es el olvido. 

(Artículo publicado en El Mundo, edición de Castilla y León, el 7 de julio de 2013)

jueves, 4 de julio de 2013

Valladolid


El pasado viernes participé en una mesa redonda sobre Jesús Legido junto a Ángeles Porres, Francisco García Álvarez y el propio Jesús. Se celebró en el Museo Patio Herreriano de Valladolid.