José-Antonio Pizarro de Hoyos era un hombre que amaba profundamente la vida. Se ponía de manifiesto en la emoción con la que hablaba de sus múltiples pasiones: la medicina y la literatura, por encima de todas. Pero hoy recuerdo una de las conversaciones que mantuve con él, siendo yo aún adolescente, en la que me asombró su discurso acerca de las estrellas y, después, sobre arqueología.
José-Antonio residía en Vitoria, aunque fue un riosecano enamorado por completo de su ciudad natal.
Verle en cualquiera de las terrazas de la calle Mayor constataba la presencia del verano. Y ha sido precisamente ahora, bajo la luz prodigiosa de nuestra Tierra de Campos, cuando nos enteramos de su muerte este domingo.
Uno de sus hijos contó en el funeral que las últimas palabras de José-Antonio estuvieron dedicadas a su esposa, como tantas otras veces en versos y relatos. Esta vez fue conciso y capaz de resumirle todo en tres palabras: "Te quiero mucho".
Siempre le recordaremos.