En Medina de Rioseco hay muchos lugares llenos de belleza. No voy a referirme a los más conocidos. En este momento, mi recuerdo se concentra en un espacio al que dotaba de vida un hombre inteligente y bueno: Antonio Novo. En la calle Mayor, su casa: un inolvidable recinto en el que pasé buena parte de mi adolescencia.
Tras cruzar unas habitaciones se llegaba a lo que Toto definía como “sus dominios”. La primera vez que entré, pude sentir lo mismo que un aventurero ante un tesoro inesperado; esa belleza perdida, como una luz lejana en la memoria: instrumentos musicales, partituras, relojes, fotografías, cuadros, dibujos y todo tipo de herramientas. Tenía multitud de cámaras fotográficas, y en el cuarto de revelado hablábamos mientras las imágenes tomaban forma en la humedad del papel. En la planta baja, junto a un órgano construido por su hijo mayor, tocaba el violín y yo el piano. Bach y Schubert, sobre todo.
Nos separaban muchos años, más de medio siglo, pero la amistad es ajena a cualquier cronología. Sin embargo, como consecuencia de esa distancia, me hizo querer a familiares míos a los que no conocí. Estudió música con mi bisabuelo Toribio y fue amigo de sus hijos, entre ellos Pablo, mi abuelo. Toto los evocaba con su voz grave, inconfundible, en contraste con su cuerpo, muy delgado en los últimos años. Era un ejemplo de afabilidad, de la humilde comprensión que entiende la convivencia con auténtica sabiduría.
Nunca podré agradecerle todo lo que me enseñó. A mí y a cuantas personas tuvieron la fortuna de conocerle.
Nos separaban muchos años, más de medio siglo, pero la amistad es ajena a cualquier cronología. Sin embargo, como consecuencia de esa distancia, me hizo querer a familiares míos a los que no conocí. Estudió música con mi bisabuelo Toribio y fue amigo de sus hijos, entre ellos Pablo, mi abuelo. Toto los evocaba con su voz grave, inconfundible, en contraste con su cuerpo, muy delgado en los últimos años. Era un ejemplo de afabilidad, de la humilde comprensión que entiende la convivencia con auténtica sabiduría.
Nunca podré agradecerle todo lo que me enseñó. A mí y a cuantas personas tuvieron la fortuna de conocerle.
Qué bonito ver a mi riosecano de nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo pianero, hermano.
Te hubiera encantado conocer a Toto.
ResponderEliminarUn beso, Felipe.
Me lo imagino, tío.
ResponderEliminar¿Nos veremos pronto?
Espero que pronto, en Salamanca.
ResponderEliminarUn beso
Toto Toto Toto Toto...
ResponderEliminarMe hubiera gustado tanto conocerlo...
Entrar en su casa
escucharlo
poderlo recordar ahora
que también viviera en mí....