El pasado jueves tuve el honor de hacer la Lección Inaugural del curso en la Real Academia de Bellas Artes.
Sentí muchísima tristeza al hablar de Pedro Aizpurua sabiendo que no estaba, ni iba a estar ya nunca, sentado junto a nosotros en este lugar que tanto quería. Aunque también noto su presencia, a veces en el silencio y, en ocasiones, entre algunas páginas que escucho con su voz.
Siempre he visto que la generosidad va acompañada de la gratitud. Pedro lo daba todo sin el menor esfuerzo y agradecía profundamente cualquier detalle hacia él, por mínimo que fuese. Su bondad me enseñó que hay un paso más allá del perdón: es amar al extremo de no sentirse ofendido.
Con Luis Argüello
Con Paz Velázquez
Con Jesús Urrea