Hoy hace diez años que murió mi abuela Amparo. Puede que a ella no le gustase esta foto y casi la escucho quejarse: habría ido a la peluquería de haberlo sabido... A mí me gusta por el gesto de compartir las pipas, por esa sensación de movimiento que la trae ahora hasta aquí. El gesto tan repetido de hacer la vida más sencilla a los demás, de transformar el mundo en un lugar no sólo habitable sino hermoso.
Ella ha sido una de las personas más importantes de mi vida. Lo sigue siendo. Me enseñó cuestiones esenciales que descubro cada día, después de tantos años. Y, sobre todo, hizo lo más importante que un ser humano puede hacer a otro: me quiso muchísimo.
Y yo a ella.